Oraciones Jakob Lorber

Oraciones selecionadas de las obras recibidas por Jakob Lorber

Ciencia y Espiritualidad


Contenido

Una buena y pequeña oración.

Oración del corazón

Amado Padre Nuestro


Una buena y pequeña oración.

Dice el Señor:

Aquí te doy Yo una buena y pequeña oración, dirigida para aquellos que no pueden defenderse de la atracción del mundo, ya que ésta se presenta de manera inocente e inofensiva, como una refrescante sensualidad mundana para el corazón, que ha sido calentado por Mi Amor. En realidad está atracción es una serpiente venenosa que se arrastra y hace dormir suavemente al corazón, que se vuelve imperceptible para Mí, Mi Amor y Gracia a través de tal manipulación magnética, malvada y verdaderamente infernal, con el fin de que el corazón Me abandone con el tiempo, y caiga en las manos de la muerte eterna!

Por eso Yo te doy aquí está poderosa pequeña oración. Aquel, que la exprese o la manifieste viva, fiel y verdaderamente dentro de sí, expulsará y desterrará de su corazón a esta serpiente malvada. Por eso, escribe, pues, la pequeña oración.

«¡Padre Santo, llenísimo de Amor! Mírame con misericordia, a mí que soy un pobre pecador débil y completamente extenuado. Tú, oh amado Padre, me has tomado con el calor del Amor más sublime y eternamente verdadero; y me atraes fuertemente hacia Ti. Pero yo, un ser tibio, sí, un ser frío desde su fundamento, me desenvuelvo despierta, alegre y vivamente sólo dentro del viejo elemento de mi frialdad mortal heredada.

Pero en tu Santo elemento del Fuego de Tu Amor me vuelvo inmediatamente perezoso, inerte y decrépito, de tal manera que me es más fácil y placentero estar entretenido en el viejo elemento durante días y semanas que tan sólo una hora en el gran calor de Tu Amor.

Esto me lo enseña la experiencia diaria. Pero también veo que, viviendo de esta manera, puedo obtener ahora la completa muerte del espíritu; porque tal sentido de vida me es insuflado desde el infierno. Por eso te pido a Ti, oh Padre Santo y llenísimo de Amor, que, sin demora, expulses fuera de mí a la malvada serpiente; serpiente que me hace dormir por completo para la vida del espíritu. Y sóplame con Tu Consuelo paternal divino, para que yo no continúe corrompiéndome, poco a poco, en mi elemento de la vieja muerte, y perezca, así, en el suave veneno refrescante de mi propia serpiente del sentido mundano.

Porque es una serpiente que se acerca de forma rastrera y cautelosa a mi corazón, que ha sido calentado con Tu Amor; serpiente que agrada y alegra mundanamente a mi corazón.

Oh, mira cómo me alegro cuando, por allí, me encuentro y reúno con mis amigos que están llenos de alegría mundana, y mira cómo me divierto con ellos sobre cosas huecas, vanas y completamente nulas. Pero cuando se trata de hablar de ti, oh Padre, y de dirigir mi corazón y rostro hacia ti, allí me da sueño y me siento completamente aburrido.

Además, a menudo me sucede que el trabajo mundano más insignificante, hecho durante todo el día, me da más alegría que dedicarme a Ti exclusivamente, tan sólo media hora.

¡Oh, Señor y Padre, escúchame y ten misericordia y compasión conmigo, que soy un pobre y sobredebilitado pecador.

Que Tu Amor me vivifique, que Tu Gracia me ilumine, y que Tu Misericordia y clemencia me fortalezcan y me atraigan cada vez más fuerte hacia Ti.

¡Oh Padre, agárrame con Tu Mano y condúceme hacia Tu Reino y Tu Casa paternal, por la eternidad! Amén».

Fuente: Dádivas del Cielo, tomo 2, recibido el 18 de julio de 1843 por Jakob Lorber.

Oración del corazón

¡Oh Padre, Señor y Dios, Te alabamos, Te agradecemos! —¡A Ti, Dios y Padre, Te honra toda la Creación con sus espacios; todas las estrellas y todos los cielos están llenos de Tu Gloria! ¡En cada momento todos los ángeles y los ejércitos celestiales sirven a Tu Voluntad! Los querubines y serafines cantan con sublime voz: "¡Nuestro Dios es santo y nuestro Padre es sagrado! ¡Todas las naciones, todos los mundos y todos los cielos están llenos de Su Gran Nombre!".

¡Ah, mi Dios y Padre, ayuda, ayuda, ayuda para que Tu Nombre Santísimo, poderoso y fuerte por sobre todas las cosas también quiera ser santificado por todos nosotros y a través de nosotros¡ — ¡No permitas que Tu Nombre sea impurificado a través de pensamientos, palabras u obras! ¡Ten misericordia, ten misericordia de mí y de los míos y de los hombres!

¡Mira, mi Dios y Padre, has dado misericordiosamente a mi corazón una luz muy clara y has dejado que yo sepa y experimente la sabiduría secreta que mora en forma escondida y que fluye desde Tu Amor y Misericordia infinitos hacia mi corazón, que aún está altísimamente impuro! ¡Oh, esconde tu Faz divina de mis fechorías y crea, crea, crea dentro de mí, oh Dios y Padre, un corazón puro y dame un cierto espíritu, — sí, Tu Espíritu Santo dámelo!

¡No me expulses, oh mi Dios y Padre sino consuela, consuela, consuélame siempre con Tu Amor y Gracia! Ah, mi Padre, Dios y Señor, conviértenos Tú, para que seamos verdaderamente convertidos! ¡Ayúdanos Tú para que seamos realmente ayudados! — ¡Y ten misericordia de todos los hombres, almas y espíritus! — Amén. — Oh mi Jesús, en Tu Nombre santísimo, poderoso y fuerte por encima de todas las cosas. — ¡Amén!

Fuente: Dádivas del Cielo, tomo 1, recibido el 4 de mayo de 1840

Amado Padre Nuestro

Preguntó un capitán romano a Jesús:

“Señor y Maestro, cómo debemos pedir de tal manera que te sea agradable y así evitar pedirte en vano por algo que es bueno y necesario? Porque puede pasar que un hombre en este mundo se encuentre en diversas y fuertes emergencias y pueda dirigirse únicamente a Ti con una buena petición de ayuda. Pero, ¿cómo debe pedir y orar?”

Jesús: “¡En cada emergencia y tribulación pedid a Mí con un lenguaje natural en el corazón, y así no pediréis en vano!

Pero si Me pedís algo, no digáis muchas palabras y para nada hagáis ceremonia alguna, sino pedid muy en silencio, dentro de la secreta recamarita de Amor de vuestros corazones, de esta manera:

¡Amado Padre nuestro, que moras en el Cielo, santificado sea Tu Nombre siempre y eternamente!

¡Venga a nosotros Tu Reino de Vida, de Luz y de la Verdad y que permanezca con nosotros!

¡Hágase tu justísima y única santa Voluntad sobre la Tierra, entre nosotros, los hombres, así como en Tus Cielos entre Tus ángeles perfeccionados!

Pero en esta Tierra, ¡danos el pan de cada día!

¡Perdona nuestros pecados y debilidades, como también nosotros perdonaremos siempre a aquellos que han pecado contra nosotros!

¡No permitas que vengan sobre nosotros tentaciones que no podríamos resistir y, de esa manera, líbranos de todo mal en el que un hombre pueda caer debido a una demasiada poderosa tentación de este mundo y de su malvado espíritu!;

¡porque Tuyo es, oh Padre en el Cielo, todo Poder, toda Fuerza, toda Fortaleza y toda Gloria, y todos los cielos están llenos de tales virtudes, de eternidad a eternidad! —

Mira tú, Mi amigo, ¡así debe pedir cada hombre, en su corazón, y su pedido será escuchado, si es que lo pide con completa firmeza y seriedad, — pero no solo con la boca, sino de verdad y vivamente en el corazón! Porque Dios es, en Sí, un Espíritu purísismo y tiene que ser adorado también en el espíritu y en su máxima Verdad y máxima firmeza y seriedad.

Si ahora entiendes y comprendes esto, entonces también actúa de esta manera y vivirás como también cualquiera que haga igual!”

De esta respuesta de Jesús, todos los presentes Le agradecieron, y Él los bendijo otra vez.

Fuente: Gran Evangelio de Juan, tomo 10, capítulo 32